28/09/2022

26 Rejkiavik


Anoche estaba despejado y las apps pronosticaban alguna posibilidad, así que a pesar de estar en mitad de una ciudad, nos fuimos hasta el Viajero del Sol, una escultura que está junto al mar, a probar suerte.


Y allí nos recibió, disimulada entre las luces de la ciudad y mientras peleábamos con otros guiris que se empeñaban en pisarse unos a otros para sacar la foto.



Duró alrededor de una hora, aunque solo tuvo 10-15 minutos fuertes. No fue la más bonita ni la que mejor vimos, pero fue una bonita despedida.



Y hoy toca Rejkiavik. Una ciudad, con sus edificios y todo. Después de todo lo visto hasta ahora, es casi un trámite. Ya que estás aquí y que hasta la noche no sale el avión, pues iremos a ver que hay.



En Rejkiavik hay una iglesia. Y turistas. También algunas tiendas de souvenirs y restaurantes. Y un puesto de perritos calientes donde se comió uno Bill Clinton y ahora todo turista que pasa por aquí paga el impuesto revolucionario correspondiente. Por que, a ver, malos lo que se dice malos no están, pero esto ni es un frankfurt ni es ná.



Junto al ayuntamiento hay un lago con patos, cisnes y otros pájaros. Da el solecito y tan pronto pasa uno abrigado hasta los oídos como hay otro en manga corta y chanclas tomando el sol. Yo soy de los primeros.



Los edificios se adornan con graffitis y colores, no sé si para alegrar el invierno o para salir en Instagram. Hay más tiendas de souvenirs que foss en toda Islandia y aunque no compramos más que una tontería pequeñita, las recorremos todas. Que van bien para entrar en calor.


Y como ya nos vamos, pues nos damos un homenaje. Comemos en un restaurante, fish & chips y hamburguesa. Ellos le llaman hamburguesa pero a mí me parece un carpaccio extrafino pasado por la paella.



Hablando de comida: ayer cenamos pizza. Por si a alguien le pasa, la pizza congelada calentada al microondas y pasada por la sartén sin aceite para dorar la masa, queda estupenda.


El restaurante está en la calle mas visitada de toda Rejkiavik, porque tiene el suelo con la bandera del arco iris y la iglesia al fondo. Foto de rigor y a comer mientras vemos a aprendices de instagramers contornearse cual aurora boreal para salir “cool”.



La iglesia es llamativa. No sé si fea, pero rara sí. Por fuera tiene una forma inusual que le da un aire pesado y por dentro es liviana, luminosa y a medio decorar. No hay cuadros ni colores ni crucifijos ni nada. Un órgano monumental y ya.





Y… se acabó. Nos vamos al aeropuerto, devolvemos el coche después de 3.536 km y tras un pequeño retraso, subimos al avión de vuelta a casa.


Desde la ventanilla, la aurora se despide de nosotros. Quién sabe si volveremos a verla…



Gracias a todos por estar ahí, especialmente a los que dejáis comentarios. Nos hacéis mucha compañía viajando juntos.

2 comentarios:

capgrossos dijo...

Ja s'ha acabat, quan escric això ja deveu ser a Mataró explicant les coses del viatge a família i amics.

Fins la propera... i gràcies per compartir les vostres vivències

Ramon i Lluïsa

Anónimo dijo...

Gràcies a vosaltres per compartir totes les experiències del vostre viatge, m'encanta llegir-vos els textos, i que sapigueu que no he llegit els títols!!!
Fins el pròxim viatge
Paqui GiP